No haces más que mirarte en las verdes aguas del Ebro.
Tu, vieja ciudad con aires juveniles, siempre presumes de tus
pétreas torres y de tus gastadas murallas.
A veces, los chopos de la ribera no te dejan asomarte,
porque sus ramas frondosas disputan tu sitio.
Otras veces, cuando sus doradas hojas caen irremediablemente,
te cuelas entre sus ramas luciéndote pletórica y orgullosa.
Y como hasta eso te parece poco, extiendes tus puentes como brazos,
haciendo reflejar sus muros en la mansa corriente.
Por qué distraes mis pensamientos contoneándote,
por qué presumes tanto, no sabes que solo eres una novia entre otras,
no sabes que algún día partiré hacia otros lares.
Perdona, perdona, no te apenes compañera, aun quiero seguir
a tu lado, encandilado con tu aroma y tu luz, te quiero, lo sabes bien,
me tienes embrujado.